Una
día Chigüiro hizo cosas que disgustaron a Ata, y Ata se molestó tanto que lo
regañó. Entonces Chigüiro le dijo: – Me voy lejos, a donde nadie me regañe.
Tomó sus cosas, las metió entre una bolsa, y se fue sin decir nada más. Caminó,
caminó y caminó hasta que llegó a la casa de Vaca.
–
Hola, Vaca –le dijo. – Hola, Chigüiro –le contestó Vaca. Vaca estaba cortando
flores y Chigüiro quiso ayudarle. Cortaron margaritas, rosas, azucenas,
hortensias y claveles. Después Chigüiro le dijo: – ¡Qué bien se está a tu lado!
Tú no me regañas como Ata. ¿Podría quedarme contigo?
–
Está bien –contestó Vaca. – Pero tengo hambre, mucha hambre –dijo Chigüiro.
Entonces Vaca, que también tenía hambre, hizo una tortilla de hierba que a
Chigüiro le pareció horrible. – ¡Qué fea está! Prefiero la tortilla de queso
que prepara Ata. ¿Podrías hacerme una tortilla de queso? Pero Vaca no sabía
hacer tortillas de queso, así que Chigüiro le dijo: – Me voy lejos, a donde me
den tortilla de queso. Y Chigüiro se fue sin decir nada más. Caminó, caminó y
caminó hasta que llegó a la casa de Tortuga. – Hola, Tortuga –le dijo Chigüiro.
– Hola, Chigüiro –contestó ella. Tortuga tenía puesto un sombrero de paja y
estaba tomando limonada y comiendo hojitas de lechuga fresca mojadas en
vinagreta. Entonces invitó a Chigüiro a sentarse y le sirvió limonada y
lechuga. Después de un rato, Chigüiro le dijo:
–
¡Qué bien se está a tu lado! Tú no me regañas como Ata y no comes cosas
horribles como Vaca. ¿Podría quedarme contigo? – Está bien –contestó Tortuga. –
Pero quiero escuchar un cuento. ¿Podrías contarme uno?
Tortuga
se acomodó y comenzó la historia: – Había una vez... había una vez... había una
vez... ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! No me acuerdo bien... –decía mientras bostezaba–. Había
una vez, había una vez... Entonces Chigüiro le dijo:– Tú no sabes contar
historias como las que cuenta Ata. Me voy lejos, a donde sepan contar cuentos.
Y Chigüiro se fue sin decir nada más.
Caminó,
caminó y caminó hasta que llegó a casa de Tío Oso, que estaba meciéndose en su
hamaca. – Hola, Tío Oso –dijo Chigüiro. – Hola, Chigüiro –le contestó. Tío Oso
estaba rascándose la panza y comiendo miel de un jarro.
Tío
Oso invitó a Chigüiro a que se subiera a la hamaca y le contó un cuento tras
otro. Entonces Chigüiro le dijo: – ¡Qué bien se está a tu lado, Tío Oso! Tú no
me regañas como Ata, no comes cosas horribles como Vaca y no se te olvidan los
cuentos como a Tortuga. ¿Podría quedarme contigo? – Está bien –contestó Tío
Oso. – Pero tengo sueño y estoy cansado porque he caminado mucho –dijo
Chigüiro. Se subió a la hamaca, pero era muy pequeña para los dos. Los bigotes
de Tío Oso le hacían cosquillas y sus ronquidos no lo dejaban dormir. Entonces
Chigüiro le dijo: – Tu hamaca es muy incómoda; no es como la cama de Ata. Me
voy lejos, a donde tengan camas cómodas.
Cuando
Tío Oso vio que Chigüiro se marchaba, le dijo: – La casa que buscas está cerca
de aquí. Vete por ese camino y la encontrarás. Y Chigüiro hizo tal cual le
decía Tío Oso. Caminó, caminó y caminó hasta que llegó a una casa. Llamó a la
puerta y... ¿quién le abrió? ¡Pues Ata! ¡Nadie más y nadie menos que Ata! –
Hola, señora –dijo Chigüiro. – Hola, señor –contestó Ata.
EL PAJARO FRIZ
UN CONSEJO PARA EL REY DE LA SELVA
UNA HISTORIA QUE TODOS DEBEN SABER
Cuenta mi mamá, que le contó mi abuela, que un día una buena mujer perdió a sus hijos, mientras ella venia de regreso del rio, en busca de agua dulce para lavar los frutos que debían prepara antes de irse a descansar, al llegar a casa vio que todos los juguetes de sus dos pequeños hijos estaban desordenados y muy dañados, comenzó a buscar a su pequeños para escuchar una explicación de tan severo desorden, pero al buscar desesperadamente sin encontrar el paradero de sus dos pequeños traviesos, salió muy apresurada a casa de la madrina del niño pequeño, pero al cruzar por el rio azul, una lavandera que limpiaba los trajes de los cazadores, le dijo que su esposo el bailarín, olvidadizo, se había llevado a los niños para que ella no volviera a verlos, fue tanta la desesperación, que desde ese día sale todas las noches cerca de los ríos para recuperar a sus hijo, que ya pueden ayudar a mamá a tranquilizarse, para que esa mujer descansa en paz, hasta que aparezcan sus traviesos pequeños.
Me gusto mucho la historia de chigüiro
ResponderEliminarChigüiro se fue de su casa, porque Ata lo regañaba mucho.
ResponderEliminarEl chigüiro hizo mal en irse de la casa, cuando le hicieron verlas cosas. No debemos enojarnos cuando nos corrigen.
ResponderEliminarlas narraciones siempre serán muy divertidas para imaginar, esos personajes grandiosos que nos cuentas sus fabulosas historias.
ResponderEliminarla historia que todos deben saber, es muy cierta acá en mi pueblo, sale una mujer llorando en busca de sus hijos, ella sale cuando todo el pueblo esta dormido, y le sale a los que no obedecen.
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